viernes, 22 de enero de 2010

BRUMA JOBO


(Que malo que sos)

Para conocerlo un poco podría darte este perfil: Es un hombre, vicioso, rico, asqueroso, engendro de Satán, carente de moral, anarco-drogadicto, perdido total, mente retorcida, alma de homicida, cara de culpable, le pega a la novia, insulta a su mamá, no se baña nunca, no quiere trabajar, desaliñado y borracho también, que jode y molesta a los hombres de bien. Con ustedes; Bruma Jobo.



No se acordaba de nada, porque nada le importaba. Solo se acordaba del techo, lo sabía de memoria; había agotado las posibilidades de formar figuras con las manchas de humedad. Esa fue la única virtud que le dejaba pasar tantas horas tirado en la cama.

Bruma gastaba tiempo y acumulaba dinero. Lo guardaba bajo la cama. La plata provenía de rentas quién sabe de dónde que un cadete se encargaba de cobrar y traérselas hasta la puerta de casa, o más bien de la cama. Disfrutaba de su libertad encerrado todo el día en el departamento, así era feliz. No necesitaba nada, solo su celular.

Las noches de Bruma Jobo eran rutinarias. Comenzaba con dos llamados cortitos al hilo; primero encargaba dos grandes de muzzarella, cortaba y luego pedía dos chicas; una veinte añitos y otra más madurita. Los llamados no eran al azar, a Bruma le divertía hacer coincidir en horario, en el hall de su casa a las chicas del piringundín con Tito, el coloradito del delivery. Disfrutaba de hacerlo poner más rojo aún. Les abría la puerta e insistía en que pasaran los tres. Siempre el mismo resultado, las chicas pasaban y el Colo rajaba despavorido en la Zanella. De este modo, Bruma se ahorraba la propina.

Al día siguiente la misma historia, pero esta vez el Colo acepto la propuesta. El anfitrión se sorprendió y le dijo que sabía que tarde o temprano caería, que se le notaba que era un adolescente sin un rumbo sexual definido y sobre todo muy curioso. El delivery no dijo nada y se sentó en la cama con las chicas alquiladas, que no eran estreno pero sí había que devolverlas al otro día. Bruma, mientras devoraba las pizzas, hacía alarde de su riqueza y de cómo la había hecho. Él sabía todo lo que había que saber sobre cómo generar ganancias, para luego poder vivir de los servicios de los demás. Hablaba de roles, de castas sociales, de las funciones que cada uno tenía en la vida y de cómo ellos debían complacerlo, ya que era él, quien les estaba dando de comer.

Mientras tanto, el Colo había aprovechado el sermón para sacarse todo menos las medias y ubicarse entre las dos chicas.

“Empiecen sin mi, todavía queda una birra en la heladera” dijo el señor Jobo mientras se acomodaba en el sofá para ver la función. Minutos después, Bruma estaba más caliente que la pizza, y quiso entrar en escena, pero las chicas ya habían hecho el casting y prefirieron hacer un unipersonal con el Deliveryboy. Bruma Jobo como loco exclamó, “Que parte no les quedo claro, que acá, el que puso la teca, es el quia” señalándose a sí mismo. Más luego agarró a patadas al viril jovencito y echó a todos a los gritos de su cama y de su casa. Estaba desilusionado, él esperaba ver el fracaso del Colo para luego denigrarlo, pero pasó exactamente lo contrario. Estaba furioso porque el adolescente había dado cátedra.

Y así fue como esa misma noche cambio el imán de la pizzería por el de Solo Empanadas.

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